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    Ana Rosa nació en 1926, en el corazón de Buenos Aires. El ya inexistente Pasaje Seaver no pudo hacerle frente al desborde de la Avenida 9 de julio; pero, hasta su desaparición, supo ser un hermoso refugio para gran parte de la bohemia local e internacional. A través de las décadas, sus escalinatas, su empedrado y sus arreglos de hierro forjado contemplaron tanto la cotidianeidad como el pasaje fugaz de artistas, vecinos cercanos y amigos históricos.


    Allí, en las caballerizas de la casa que erigió su abuelo, la pequeña Ana Rosa tuvo contacto con Gonzalo Leguizamón Pondal. Ver esculpir al discípulo de Lola Mora fue un acontecimiento tan importante para su despertar autodidacta como lo fueron las musculosas patas de los caballos percherones, que recorrían el barrio tirando los carros lecheros.


    ...Mucho más cerca de la energía creadora que de la nostalgia replegada, Ana Rosa tomó los estímulos de la infancia para construir -de modo inconsciente- un sello artístico que perfeccionó tres de sus herramientas vitales: la sensibilidad, la memoria y la imaginación. Y semejante tríada resultó efectiva siempre que se vió potenciada por un catalizador único: el amor hacia los animales.


    Tapa dura

    Cuño seco bajo relieve

    Aplicación de hot stamping cobre

    180 páginas impresas a 4 tintas sobre ilustración mate Couché Silk de 170 g

    Laca protectora

    Encuadernación cartoné, cosida a hilo

    Guardas impresas a una tinta

    Formato cerrado 275 x 225 mm

    .

    Primera edición

    Obras de arte / Ana Rosa Vieyra

    Fotografías de obras / Danila Pallavicino

    Diseño Gráfico y edición / Hilda Devoto

    Producción de textos / Rodrigo Fedele

    Corrección / Marcia Sueldo

    Editorial / 

    @urbe.grafica


    Impresión / Akian Gráfica

    Buenos Aires / Argentina

    Ana Rosa Vieyra. Retrospectiva

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    Ana Rosa nació en 1926, en el corazón de Buenos Aires. El ya inexistente Pasaje Seaver no pudo hacerle frente al desborde de la Avenida 9 de julio; pero, hasta su desaparición, supo ser un hermoso refugio para gran parte de la bohemia local e internacional. A través de las décadas, sus escalinatas, su empedrado y sus arreglos de hierro forjado contemplaron tanto la cotidianeidad como el pasaje fugaz de artistas, vecinos cercanos y amigos históricos.


    Allí, en las caballerizas de la casa que erigió su abuelo, la pequeña Ana Rosa tuvo contacto con Gonzalo Leguizamón Pondal. Ver esculpir al discípulo de Lola Mora fue un acontecimiento tan importante para su despertar autodidacta como lo fueron las musculosas patas de los caballos percherones, que recorrían el barrio tirando los carros lecheros.


    ...Mucho más cerca de la energía creadora que de la nostalgia replegada, Ana Rosa tomó los estímulos de la infancia para construir -de modo inconsciente- un sello artístico que perfeccionó tres de sus herramientas vitales: la sensibilidad, la memoria y la imaginación. Y semejante tríada resultó efectiva siempre que se vió potenciada por un catalizador único: el amor hacia los animales.


    Tapa dura

    Cuño seco bajo relieve

    Aplicación de hot stamping cobre

    180 páginas impresas a 4 tintas sobre ilustración mate Couché Silk de 170 g

    Laca protectora

    Encuadernación cartoné, cosida a hilo

    Guardas impresas a una tinta

    Formato cerrado 275 x 225 mm

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    Primera edición

    Obras de arte / Ana Rosa Vieyra

    Fotografías de obras / Danila Pallavicino

    Diseño Gráfico y edición / Hilda Devoto

    Producción de textos / Rodrigo Fedele

    Corrección / Marcia Sueldo

    Editorial / 

    @urbe.grafica


    Impresión / Akian Gráfica

    Buenos Aires / Argentina

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